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LA NOSTALGIA
Paco Palafox
1999
Hoy es un día de esos en los que el reloj te agarra a bofetadas, uno de esos días que no quieres salir y menos platicar con alguien, un día medio gris, medio lluvioso y solitario, me encuentro en mi habitación, rodeado sólo de recuerdos, pongo algo de música que evoca mi adolescencia y que me hace acordar de amigos en la escuela primaria, de las bromas y los juegos callejeros en donde todo era risas, sudor por correr en algún juego y sobre todo amistad, una amistad desinteresada, de niños; definitivamente estoy llenándome de nostalgia.
Cuantas fotografías, cuantos amigos, cuantos recuerdos, la vida pasa y el tiempo corre sin intención de detener su paso.
¿Qué rápido crecemos, verdad?, parece que fue ayer cuando jugábamos con los amigos, esperando al ratón de los dientes o los regalos de un SantaClos sonriente; esos tiempos de inocencia extrema, cuando una caja de zapatos era un barco o la bicicleta se convertía sin dificultad en un avión, cuando las cosas sencillas se hacían increíbles, cuando el jardín era una selva con sirenas en los charcos que había dejado la lluvia del día anterior.
No tuvimos casita del árbol, pero nos trepábamos a él tratando de huir de nuestros amigos cuando jugábamos a los policías y los ladrones, las niñas a veces participaban o nos veían mientras brincaban con su resorte o peinaban a las muñecas, cambiaban sus vestidos o les daban de comer golosinas con la voz replicante que habían aprendido de su mamá, cuando llegaba la noche se iban los amigos y en la oscuridad de nuestra habitación creíamos ver monstruos y gritábamos a papá para que su mano acallara nuestro temor y su consuelo nos hiciera ver que todo estaba bien, no había monstruos, aunque la realidad de la violencia existía afuera, yo no lo notaba y nada de lo que había ahí iba a cambiar, la caricia de papá no iba a detener los asaltos o la violencia, pero tan solo sentir su presencia en la habitación, nuestro mundo se llenaba de seguridad.
Cada pequeño momento era tan especial, los días eran como eternos, sin prisa y las tardes llenas de sonrisas.
Nostalgia de un tiempo que no volverá y parece que fue ayer, que fue ayer cuando festejamos el cumpleaños con esa piñata llena de colores y forrada de "papel de china", ¿era un oso, era un perro?, no importaba lo que fuera esa piñata, lo que importaba era la emoción de sentirse el centro de atención en una fiesta, regalos, globos, canciones y pastel, así es la infancia.
Pero ¿qué pasó después?, crecimos con tanta prisa que no nos dimos cuenta que los momentos no se vuelven a vivir, y aunque uno se empeña en sobornar fotos y recuerdos con la pasión con la que un preso marca los días en el calendario con la esperanza de estar libre, como queriendo regresar, pero ya es muy tarde para ello además de imposible, si alguien nos hubiera dicho que aquel parque infantil con sus resbaladillas, columpios y juegos de colores iba a durar una parte tan pequeña de nuestra vida, lo hubiésemos aprovechado más, era como un Paraíso como la mítica tierra de "nunca jamás", pero como en todo Paraíso, mordimos el fruto del tiempo y empezamos a crecer y crecer, escondíamos los juegos de niños y llenamos una caja de juguetes en lo más oscuro del closet, como una amenaza o una carrera por ver quién llega primero parecía que la consigna de los adultos era esa: "niño, un día serás mayor , tienes que crecer, aprenderás muchas cosas y serás feliz", pero nunca nos preguntaron si en realidad queríamos cambiar de felicidad.
Perdimos la inocencia y creímos que lo sabíamos todo, la escuela nos enseñó y la vida nos confirmaba, perdimos la confianza y nos sentimos autosuficientes, de vez en cuando y a escondidas abrimos la vieja caja con juguetes de nuestra infancia, hoy somos mayores, lo podemos hacer casi todo, y seguimos viendo a través de la ventana que en ese mismo parque, en el viejo columpio va y regresa un niño que cada día se hace mayor.
Ahora el verano de mi vida empieza a dar sus últimos rayos de sol, llega el otoño y la ciudad tira hojas secas por mi ventana, las mismas que veía de niño y aun quedan muchos sueños en mi interior, sueños que guardé con el temor del crecer.
Cierro el álbum de aquellas fotos como tratando de olvidar, doy cuerda a mi reloj , deseando que las manecillas pudieran girar al revés, pero no es posible, detenerlo nunca se podrá, y solo el recuerdo es la mejor manera de volver.
Cuánto quisiera volver a encontrar en mi espejo a aquel niño, aquella inocencia, la pureza, la nostalgia de la primavera que duró tan poco tiempo, y hoy mi piel, se hace diferente, me cuesta trabajo entender que yo soy ese mismo niño de las fotos, cuesta trabajo pensar que con todos es igual, cuesta trabajo vivir sin temor de envejecer, de ver en lo que nos vamos transformando.
Hoy también el mundo esta nostálgico, temeroso, con la sabiduría de un viejo pero la madurez de un niño, el mundo se llena de nostalgia al cambio de siglo, en todos lados se puede respirar ese aire de recuerdos, de búsqueda a la respuestas eternas ¿que somos?, ¿para que estamos?, ¿A dónde vamos?, las preguntas de siempre, tratamos de encontrar ánimos en el pasado, revivir de lo vivido, buscando renovar modas, buscar la alegría en viejos programas de televisión, en remasterizar música o resucitar genios que se fueron con el siglo, el mundo tan sabio y tan tonto, quiere volver a encontrar la inocencia que le duró tan poco tiempo, aquella inocencia en la que la respuesta era Dios y ahora confundido trata de negarse que lo más importante es lo que era y lo que es, dando vueltas y llenándose de disfraces, de filosofías y de religiones, el mismo mundo y su "sabiduría" , el mismo mundo que llora por "volver a creer" .
Hoy ese mismo mundo en el que nosotros vivimos y que sigue sentado en un rincón, fingiendo valentía pero asustado, tratando de consolarse el mismo, con el mismo miedo al futuro, a la obscuridad, esperando la mano del Padre que con una caricia le haga sentir que aun hay Dios, el mismo Dios de siempre, que nunca envejece y que siempre está dispuesto a perdonar todas las veces que el mundo lo ha negado, que lo ha tratado de matar, ese Dios que en este nuevo milenio sigue esperando que nosotros, los cristianos, podamos presentarles la mano del Padre eterno y crecer llegar a la madurez como humanidad con la inocencia de un niño, con la sonrisa y la eternidad del tiempo...
Paco Palafox
1999
Hoy es un día de esos en los que el reloj te agarra a bofetadas, uno de esos días que no quieres salir y menos platicar con alguien, un día medio gris, medio lluvioso y solitario, me encuentro en mi habitación, rodeado sólo de recuerdos, pongo algo de música que evoca mi adolescencia y que me hace acordar de amigos en la escuela primaria, de las bromas y los juegos callejeros en donde todo era risas, sudor por correr en algún juego y sobre todo amistad, una amistad desinteresada, de niños; definitivamente estoy llenándome de nostalgia.
Cuantas fotografías, cuantos amigos, cuantos recuerdos, la vida pasa y el tiempo corre sin intención de detener su paso.
¿Qué rápido crecemos, verdad?, parece que fue ayer cuando jugábamos con los amigos, esperando al ratón de los dientes o los regalos de un SantaClos sonriente; esos tiempos de inocencia extrema, cuando una caja de zapatos era un barco o la bicicleta se convertía sin dificultad en un avión, cuando las cosas sencillas se hacían increíbles, cuando el jardín era una selva con sirenas en los charcos que había dejado la lluvia del día anterior.
No tuvimos casita del árbol, pero nos trepábamos a él tratando de huir de nuestros amigos cuando jugábamos a los policías y los ladrones, las niñas a veces participaban o nos veían mientras brincaban con su resorte o peinaban a las muñecas, cambiaban sus vestidos o les daban de comer golosinas con la voz replicante que habían aprendido de su mamá, cuando llegaba la noche se iban los amigos y en la oscuridad de nuestra habitación creíamos ver monstruos y gritábamos a papá para que su mano acallara nuestro temor y su consuelo nos hiciera ver que todo estaba bien, no había monstruos, aunque la realidad de la violencia existía afuera, yo no lo notaba y nada de lo que había ahí iba a cambiar, la caricia de papá no iba a detener los asaltos o la violencia, pero tan solo sentir su presencia en la habitación, nuestro mundo se llenaba de seguridad.
Cada pequeño momento era tan especial, los días eran como eternos, sin prisa y las tardes llenas de sonrisas.
Nostalgia de un tiempo que no volverá y parece que fue ayer, que fue ayer cuando festejamos el cumpleaños con esa piñata llena de colores y forrada de "papel de china", ¿era un oso, era un perro?, no importaba lo que fuera esa piñata, lo que importaba era la emoción de sentirse el centro de atención en una fiesta, regalos, globos, canciones y pastel, así es la infancia.
Pero ¿qué pasó después?, crecimos con tanta prisa que no nos dimos cuenta que los momentos no se vuelven a vivir, y aunque uno se empeña en sobornar fotos y recuerdos con la pasión con la que un preso marca los días en el calendario con la esperanza de estar libre, como queriendo regresar, pero ya es muy tarde para ello además de imposible, si alguien nos hubiera dicho que aquel parque infantil con sus resbaladillas, columpios y juegos de colores iba a durar una parte tan pequeña de nuestra vida, lo hubiésemos aprovechado más, era como un Paraíso como la mítica tierra de "nunca jamás", pero como en todo Paraíso, mordimos el fruto del tiempo y empezamos a crecer y crecer, escondíamos los juegos de niños y llenamos una caja de juguetes en lo más oscuro del closet, como una amenaza o una carrera por ver quién llega primero parecía que la consigna de los adultos era esa: "niño, un día serás mayor , tienes que crecer, aprenderás muchas cosas y serás feliz", pero nunca nos preguntaron si en realidad queríamos cambiar de felicidad.
Perdimos la inocencia y creímos que lo sabíamos todo, la escuela nos enseñó y la vida nos confirmaba, perdimos la confianza y nos sentimos autosuficientes, de vez en cuando y a escondidas abrimos la vieja caja con juguetes de nuestra infancia, hoy somos mayores, lo podemos hacer casi todo, y seguimos viendo a través de la ventana que en ese mismo parque, en el viejo columpio va y regresa un niño que cada día se hace mayor.
Ahora el verano de mi vida empieza a dar sus últimos rayos de sol, llega el otoño y la ciudad tira hojas secas por mi ventana, las mismas que veía de niño y aun quedan muchos sueños en mi interior, sueños que guardé con el temor del crecer.
Cierro el álbum de aquellas fotos como tratando de olvidar, doy cuerda a mi reloj , deseando que las manecillas pudieran girar al revés, pero no es posible, detenerlo nunca se podrá, y solo el recuerdo es la mejor manera de volver.
Cuánto quisiera volver a encontrar en mi espejo a aquel niño, aquella inocencia, la pureza, la nostalgia de la primavera que duró tan poco tiempo, y hoy mi piel, se hace diferente, me cuesta trabajo entender que yo soy ese mismo niño de las fotos, cuesta trabajo pensar que con todos es igual, cuesta trabajo vivir sin temor de envejecer, de ver en lo que nos vamos transformando.
Hoy también el mundo esta nostálgico, temeroso, con la sabiduría de un viejo pero la madurez de un niño, el mundo se llena de nostalgia al cambio de siglo, en todos lados se puede respirar ese aire de recuerdos, de búsqueda a la respuestas eternas ¿que somos?, ¿para que estamos?, ¿A dónde vamos?, las preguntas de siempre, tratamos de encontrar ánimos en el pasado, revivir de lo vivido, buscando renovar modas, buscar la alegría en viejos programas de televisión, en remasterizar música o resucitar genios que se fueron con el siglo, el mundo tan sabio y tan tonto, quiere volver a encontrar la inocencia que le duró tan poco tiempo, aquella inocencia en la que la respuesta era Dios y ahora confundido trata de negarse que lo más importante es lo que era y lo que es, dando vueltas y llenándose de disfraces, de filosofías y de religiones, el mismo mundo y su "sabiduría" , el mismo mundo que llora por "volver a creer" .
Hoy ese mismo mundo en el que nosotros vivimos y que sigue sentado en un rincón, fingiendo valentía pero asustado, tratando de consolarse el mismo, con el mismo miedo al futuro, a la obscuridad, esperando la mano del Padre que con una caricia le haga sentir que aun hay Dios, el mismo Dios de siempre, que nunca envejece y que siempre está dispuesto a perdonar todas las veces que el mundo lo ha negado, que lo ha tratado de matar, ese Dios que en este nuevo milenio sigue esperando que nosotros, los cristianos, podamos presentarles la mano del Padre eterno y crecer llegar a la madurez como humanidad con la inocencia de un niño, con la sonrisa y la eternidad del tiempo...
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