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LA LECCION DE MI RECUERDOS
Paco palafox
1997
Sábado por la tarde y yo aun no tenía lista mi lección para el próximo domingo. Llevaba más de dos horas buscando algo diferente para mis alumnos y no se me “prendía el foco”.Sobre mi cama había libros, revistas y todo lo clásico de cuando preparas tu clase, pero nada servía, pasé por todos los cajones (porque aunque no lo creas, a veces de entre los calcetines puede surgir una buena idea, pero al parecer ésta no era la ocasión), yo quería algo espectacular. Sentado en el piso, medio frustrado, algo de pronto me impulsó a abrir el cajón que siempre está celosamente cerrado, el de las fotos y recuerdos; lo primero que vi. fue mi fotografía del tercer año de la escuela primaria, ¿ese era yo?, ¿tan chiquito? No tenía más de nueve años, los mismos que tienen mis alumnos, estaba sonriente en esa foto, al igual que Héctor, mi amigo, también estaba José Jaime. El era el más alto y flaco del salón. Sin darme cuenta, en mi rostro se dibujó una sonrisa y una lluvia de recuerdos comenzó a mojarme.
¿Cómo olvidar las horas del recreo?, corriendo como locos o jugando al fútbol con un envase de ese jugo de frutas que todos conocíamos, un envase de “frutsi” lleno de papeles; también intercambiando los muñecos de “La Guerra de las Galaxias” o riéndonos de Luis que a veces se orinaba en el pantalón cuando reía de más. Cuántos recuerdos, cuántos amigos y cuantos momentos que jamás se podrán volver a repetir.
Hace unos meses me encontré con José Jaime, pero ésta vez no corrió tras de mi gritando: “¡Las traes!”, ni yo le pedí: “¡Tiempo, tiempo, ésta es la base!” No, ahora él usaba traje y corbata y su portafolios acentuaba el disfraz de adulto, el que hemos aprendido a usar.
Los adultos nos fueron enseñando a olvidar a Peter Pan y a todos esos personajes de fantasía, nos tomaron de la mano cuando empezábamos a volar y nos hicieron poner los pies en el suelo, a la altura de la realidad, nos enseñaron a crecer y a vestirnos de madurez y así ir escondiendo a ese niño sonriente y feliz para mostrar al adulto serio y formal, nos enseñaron a perder la inocencia desconfiando de los demás, nos enseñaron a no reír a menos que fuera para quedar bien con alguien más, nos enseñaron muchas cosas, pero se les olvidó enseñarnos a disfrutar más la vida en general, nunca nos dijeron que la niñez duraba tan poquito tiempo y que se iría un día sin regresar.
De pronto, entre los recuerdos, bañado de melancolía, volví ala realidad, comparé mi fotografía de tercero de primaria con la actual, después me vi al espejo y pude darme cuenta que sigo siendo la misma persona pero en un empaque diferente, fue cuando de pronto supe cual era la lección que iba a darle a mis alumnos de la escuela dominical.
Yo no quiero ser cómplice del tiempo, no quiero despertarlos del sueño de felicidad infantil, sino al contrario, animarlos a que sea una realidad eterna, que sin perder la capacidad de soñar se enfrenten a la vida; que si caen, no se fijen en lo que les dolió, sino que sigan corriendo con una sonrisa, con un grito alegre, emocionado con esa fe de ganar el partido con esa fe de que las cosas siempre serán así simplemente con esa fe que todo lo cree. Les voy a hablar de la responsabilidad y madurez pero sin robarles la esencia, dejándolos ser ellos mismos y yo también quiero ser así, ser como niño.
A partir de este domingo no voy a dar la lección a mis alumnos, no, ahora simplemente voy a disfrutar la clase con mis amigos y esta vez lo más “espectacular” que lleve será un envase de “frutsi” lleno de papeles para jugar fútbol con todos y sobre todo, saborear nuestra infancia.
Paco palafox
1997
Sábado por la tarde y yo aun no tenía lista mi lección para el próximo domingo. Llevaba más de dos horas buscando algo diferente para mis alumnos y no se me “prendía el foco”.Sobre mi cama había libros, revistas y todo lo clásico de cuando preparas tu clase, pero nada servía, pasé por todos los cajones (porque aunque no lo creas, a veces de entre los calcetines puede surgir una buena idea, pero al parecer ésta no era la ocasión), yo quería algo espectacular. Sentado en el piso, medio frustrado, algo de pronto me impulsó a abrir el cajón que siempre está celosamente cerrado, el de las fotos y recuerdos; lo primero que vi. fue mi fotografía del tercer año de la escuela primaria, ¿ese era yo?, ¿tan chiquito? No tenía más de nueve años, los mismos que tienen mis alumnos, estaba sonriente en esa foto, al igual que Héctor, mi amigo, también estaba José Jaime. El era el más alto y flaco del salón. Sin darme cuenta, en mi rostro se dibujó una sonrisa y una lluvia de recuerdos comenzó a mojarme.
¿Cómo olvidar las horas del recreo?, corriendo como locos o jugando al fútbol con un envase de ese jugo de frutas que todos conocíamos, un envase de “frutsi” lleno de papeles; también intercambiando los muñecos de “La Guerra de las Galaxias” o riéndonos de Luis que a veces se orinaba en el pantalón cuando reía de más. Cuántos recuerdos, cuántos amigos y cuantos momentos que jamás se podrán volver a repetir.
Hace unos meses me encontré con José Jaime, pero ésta vez no corrió tras de mi gritando: “¡Las traes!”, ni yo le pedí: “¡Tiempo, tiempo, ésta es la base!” No, ahora él usaba traje y corbata y su portafolios acentuaba el disfraz de adulto, el que hemos aprendido a usar.
Los adultos nos fueron enseñando a olvidar a Peter Pan y a todos esos personajes de fantasía, nos tomaron de la mano cuando empezábamos a volar y nos hicieron poner los pies en el suelo, a la altura de la realidad, nos enseñaron a crecer y a vestirnos de madurez y así ir escondiendo a ese niño sonriente y feliz para mostrar al adulto serio y formal, nos enseñaron a perder la inocencia desconfiando de los demás, nos enseñaron a no reír a menos que fuera para quedar bien con alguien más, nos enseñaron muchas cosas, pero se les olvidó enseñarnos a disfrutar más la vida en general, nunca nos dijeron que la niñez duraba tan poquito tiempo y que se iría un día sin regresar.
De pronto, entre los recuerdos, bañado de melancolía, volví ala realidad, comparé mi fotografía de tercero de primaria con la actual, después me vi al espejo y pude darme cuenta que sigo siendo la misma persona pero en un empaque diferente, fue cuando de pronto supe cual era la lección que iba a darle a mis alumnos de la escuela dominical.
Yo no quiero ser cómplice del tiempo, no quiero despertarlos del sueño de felicidad infantil, sino al contrario, animarlos a que sea una realidad eterna, que sin perder la capacidad de soñar se enfrenten a la vida; que si caen, no se fijen en lo que les dolió, sino que sigan corriendo con una sonrisa, con un grito alegre, emocionado con esa fe de ganar el partido con esa fe de que las cosas siempre serán así simplemente con esa fe que todo lo cree. Les voy a hablar de la responsabilidad y madurez pero sin robarles la esencia, dejándolos ser ellos mismos y yo también quiero ser así, ser como niño.
A partir de este domingo no voy a dar la lección a mis alumnos, no, ahora simplemente voy a disfrutar la clase con mis amigos y esta vez lo más “espectacular” que lleve será un envase de “frutsi” lleno de papeles para jugar fútbol con todos y sobre todo, saborear nuestra infancia.
www.pacopalafox.com
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